martes, 6 de mayo de 2008

Minúscula autobiografía

La selección argentina de fútbol gana su primer campeonato mundial. Algunos meses después, una mujer debe decidir si dar o no a luz a su hijo, con riesgo de perder su propia vida.

Mi nombre es Leonardo Alvarez y soy periodista. Uno nunca sabe muy bien porqué está donde está. La pasión desde pequeño por los libros hizo que me acercara a la facultad para elegir entre dos carreras: letras o periodismo. Ganó la segunda.

La selección argentina gana su segundo mundial. Un niño, junto a sus amigos, escribe programas de televisión que dicen frente a un grabador. Luego escuchan el resultado. Juegan. Ríen.

Ya en la escuela, ante el pedido de redacción de los maestros y profesores, las crónicas policiales y deportivas eran mis géneros preferidos; pero también los cuentos me deslumbraban. Luego encontré el porqué: el cuento es el género más parecido al de la escritura periodística. En las dos las primeras líneas son importantes y las dos tienen remate impactante.

La selección argentina es eliminada del mundial de EE.UU. con descalificación de Maradona incluida. Un muchacho de 16 años pregunta a una profesora qué es el periodismo y donde se puede estudiar. La docente lo guía y le hace conocer a Quiroga, a Poe, a Cortázar, a Borges y al ángel o demonio – como cada uno quiera llamarle- de la curiosidad.

Un psicólogo podría diagnosticar que soy alguien que simboliza todo el tiempo. Y algo de eso hay en el escritor y en el periodista. Ese vértigo que siento ante la hoja en blanco antes de comenzar es seguido por una avalancha de palabras en un esfuerzo- inútil por supuesto- de encarcelar en símbolos lo que sale del interior.

Para la psicología, es bueno que los niños logren la capacidad de simbolizar. Los escritores, los periodistas, son niños atascados en el reino del símbolo. Allí estoy atrapado.

Luego de mucho tiempo, un joven debe escribir una pequeña autobiografía. No sabe muy bien que hacer. Decide lo que siempre. Inventa.

2 comentarios:

María Petraccaro dijo...

Nene, nene, qué bueno acceder otra vez a tus escritos. Siempre maravillosos.

No quiero analizarte (para eso estás vos y tu autoanálisis), pero me llama la atención que el último momento que marcás como importante haya sido a los 16 años. ¿Qué pasó después? ¿Qué pasa ahora?

Me alegra leerte. Lo seguiré haciendo mientras me permitas echarle una mirada a tus palabras.

Leo dijo...

Usted siempre tan elogiosa y cariñosa. Da gusto tenerla como amiga por eso y mucha cosas más. Muchas Gracias.

Lo de los 16 años supongo que lo puse sólo como referencia temporal. Además, considero que esa profesora fue un gran impulso para que reconozca que me gustaba escribir (algo dificil porque no es descubrir que a uno le gustaría ser bombero o empresario; es mucho más etéreo y difícil de conseguir)

Digamos que ese fue el punto inicial. Después pasaron mil cosas que fueron confirmando la elección. Pasó la facultad, pasaron lecturas, pasaron golpes y en el medio cosas que aún perduran como por ejemplo encontrarme una turba enloquecida de gente que tenían ansias parecidas a las mías.

Y ahora pasa que esas ansias siguen ahí empujando y uno sigue buscando hasta el final. Usted ya sabrá que está bueno pensar que cómo decía Tuñón "el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo".

Digamos que ese es el norte. El que quiere peces pesca, el que quiere trigo siembra y el que quiere escribir escribe. No hay otra manera.

Besos.